Kantor nació en 1888 en Harrisburg, Pennsylvania cursó sus estudios en la Universidad de Chicago, en donde un temprano interés por la Química se vio pronto suplantado por su dedicación a la Psicología. En 1914 se licenció en Filosofía. Y desde 1915 a 1917 fue profesor en la Universidad de Minnesota. Su matrimonio con Helen Rich el 2 de septiembre de 1916, le proporcionó no sólo una colaboradora incondicional, sino también una hija, a la que llamaron Helene Juliette. En 1917 se doctoró y trabajó como profesor en la Universidad de Chicago hasta 1920. En ese mismo año fue nombrado Profesor Adjunto de Psicología de la Universidad de Indiana. En 1921 fue promocionado a Profesor Asociado y, en 1923, a Profesor de Psicología. Permaneció en dicha Universidad durante 39 años.
Jubilado en 1959, Robert continuó su actividad académica como profesor invitado en la Universidad de Nueva York (1952-1963), y, con posterioridad, en la Universidad de Maryland (1963-1964). Su trabajo era frecuentemente examinado en las universidades y asociaciones profesionales de los Estados Unidos y, a principios de 1974, impartía seminarios en diversas universidades de México. En 1964 fue nombrado investigador asociado de la Universidad de Chicago y prosiguió con sus actividades didácticas hasta el 31 de enero de 1984, fecha en la que cayó fatalmente enfermo. Falleció dos días después, el 2 de febrero, a la edad de 96 años.
El inicio del análisis histórico crítico, fundamento del discurso de Robert, constituye el sello de su contribución única a la Psicología americana. En La Naturaleza Funcional de las Categorías Filosóficas (1917) realizó un examen de los aspectos psicológicos de la historia de la Filosofía desde Anaximandro hasta los Pragmáticos, en un esfuerzo por hacer de la Psicología una ciencia natural. Cabe destacar, asimismo, que esta obra supuso la introducción de los valores científicos, lo cual constituye no sólo otro de los fundamentos de su discurso, sino también una más de sus grandes aportaciones a la Psicología. Por último, es de reseñar también la exposición que nos hace en dicha obra en cuanto a la “esterilidad” de las filosofías del pasado, así como sobre la necesidad de considerar las acciones reales de los individuos en detrimento de la reificación de las abstracciones. No cabe duda de que todas estas “preocupaciones” recondujeron inevitablemente su labor al problema de la definición del objeto de la Psicología.
A principios de los años 20, Indiana era, en lo que a Psicología Científica se refiere, uno de los Estados más eminentes de los EE.UU, ya que contaba con el segundo laboratorio psicológico abierto en el país y en él se hallaba en vías de apertura una de las primeras clínicas psicológicas. Este entorno favoreció, sin duda, que Robert prosperara y que contribuyera considerablemente al desarrollo continuado de la Psicología en Indiana. Sólo entre 1918 y 1924, Robert publicó un total de 34 ensayos, 32 de los cuales reflejan su constante lucha por desarrollar los conceptos y la terminología que permitieron el nacimiento de una auténtica Psicología Científica.
Robert adquirió la condición de “número uno”, en lo que a Psicología Objetiva se refiere. Los enfoques naturalistas ya habían sido alcanzados con anterioridad en la Física, Química y Biología. Fue entonces cuando la revolución científica alcanzó a la Psicología. Robert, sin embargo, no fundó ninguna escuela. En su lugar, propuso un amplio grupo de hipótesis científicas basadas en asunciones mínimas con respecto a los datos de la Psicología. Ello constituyó, sin lugar a dudas, el primer programa moderno comprensivo, y totalmente natural, de la Psicología, esto es, el primero en abogar por el completo abandono de preconcepciones históricamente impuestas.
En su definición de los datos primarios de la Psicología, Robert siguió los cánones validados de la ciencia. Sostenía que la relación entre dos entidades en un campo determinado debía ser tratada como el acontecimiento singular a estudiar. En Un Análisis Tentativo de los Datos Primarios de la Psicología (1921) dichas entidades eran designadas por Robert como el objeto estímulo y el organismo respondiente. La utilización de estos conceptos fue un claro reflejo no sólo de su postura objetiva, sino también del reconocimiento de la labor realizada por otros colegas que le precedieron. En Los principios de la Psicología(1924, 1926) demostraba cómo los fenómenos se podían describir y analizar como una serie de acontecimientos naturales. La idea de que todo organismo está en continua interacción con su entorno constituyó el eje central de todo su trabajo posterior. No obstante, trató – con éxito – de eludir un excesivo énfasis en cualquiera de dichas entidades o factores integrantes del acontecimiento psicológico.
Con posterioridad, Robert centró su investigación en el campo de la Psicología Social. Así, en Una aproximación a la Psicología Social (1929) y en Psicología Cultural (1982) ofrece un esbozo de la Psicología basada en el acontecimiento social. La Psicolingüística fue también una materia por la que Robert mostró sumo interés. Su ensayo Un análisis de los datos del lenguaje psicológico (1922), representa una clara propuesta de abandono tanto del mentalismo desenfrenado de la época, como del reduccionismo fisiológico de Watson. En Psicología Objetiva de la Gramática (1936) y en Lingüística Psicológica (1977) podemos encontrar un análisis detallado de las respuestas lingüísticas complejas.
Robert justificaba el título de su libro Problemas de la Psicología Fisiológica (1947) en la caracterización de ésta como una ciencia "gravemente distorsionada por paradojas". A su juicio, dichas paradojas traían causa de la perseverante preocupación histórica en torno a la relación existente entre alma y cuerpo. Consideraba que esa clase de preguntas “históricas” seguían siendo incontestables por la ciencia moderna. En primer lugar, porque su planteamiento se había producido en un entorno cultural carente de análisis empíricos; y, en segundo lugar, porque no eran abarcables por la metodología científica.
Robert se planteaba, como paso ineludible, el más absoluto rechazo de la “vieja” filosofía que había formulado esas preguntas, para dar entrada a una “nueva” filosofía científica orientada a los acontecimientos, de modo que recondujera las preguntas científicas hacia los mismos hechos de los que aquéllas derivaban. A su juicio, resultaba preciso reemplazar las preconcepciones teóricas de tiempos pasados – en los que los términos mentalísticos eran considerados como “entes” dignos de toda preocupación científica - por nuevas categorías obtenidas de la investigación de los acontecimientos reales. Para Robert, no existía verborrea capaz – por muy ofuscada que ésta fuera- de encubrir los orígenes no-naturalísticos de los conceptos mentalísticos. De igual manera, desacreditaba el más mínimo esfuerzo por elevar los “finos tejidos nerviosos” a la categoría deexclusivo factor explicativo del comportamiento, abogando firmemente por una interpretación absolutamente integradora que comprendiera los acontecimientos fisiológicos como una parcela más de su visión naturalística de la Psicología.
Robert no tuvo parangón como filósofo de la modernidad. En Psicología y Lógica (1945, 1950) destacaba el influyente papel de la conducta en la Lógica. Y separaba rigurosamente la Lógica, o Filosofía Analítica, de la Filosofía especulativa (que él etiquetaba de “Filosofía especiosa”). En La lógica de Ciencia moderna (1953) y en Psicología Interconductual (1959) justificaba la necesidad de efectuar un análisis lógico y riguroso de los postulados científicos. En todos estas obras Robert acentuaba que todo trabajo científico que se preciara de “válido” debía incluir un componente empírico y otro analítico (lógico). Planteaba la imperiosa necesidad de manifestar –de modo inequívoco- las asunciones que guiaran el desarrollo de los sistemas científicos y que, a su vez, permitieran el destierro definitivo de todos los absolutos del “reino” científico.
En la que puede ser considerada como su obra “monumental”, La Evolución científica de la Psicología (1963, 1969) Robert nos ofrece una exposición, exquisitamente erudita, de la historia de la Psicología desde una perspectiva naturalística. No obstante denotar cierto grado de retorno al objeto de su discurso inicial, es incuestionable que nos hallamos ante un trabajo enormemente enriquecido por su casi medio siglo dedicado a la investigación. Efectivamente, en dicha obra nos ofrece un panorama analítico de la auto-corregibilidad de la ciencia a lo largo de dos milenios y medio. El mensaje es claro: a pesar de sus “atrasos” o “desaciertos”, la Psicología no es sino un componente integral de la Ciencia y, por tanto, participa del progreso alcanzado por la Ciencia a lo largo de su evolución histórica.
La enseñanza fue uno de los ejes centrales de la vida de Robert. Todos sus estudiantes recuerdan con cariño el uso que hacía de la “técnica” socrática. Sus clases siempre terminaban con “debates” entre los alumnos. Estos intercambios, que resultaban sumamente estimulantes, continuaban entre medias de las clases y, así, en la clase siguiente, los alumnos más asertivos ofrecían a los demás las soluciones que habían desarrollado.
En 1975, después de su jubilación, la Revista Mexicana de Análisis de la Conducta publicó regularmente una secuencia de dieciséis de sus contribuciones. Éstos y los trabajos publicados en The Observer ilustran no solamente su continuada productividad incluso más allá de la edad en la cual la creatividad “cesa”, generalmente, sino también su amplio rango de intereses en el campo de la Psicología.
Después de la muerte su esposa, Robert se trasladó a Chicago para vivir con su hija (quien, en la actualidad, es profesora de Arqueología en el Instituto del Este y en el departamento de lenguaje y civilizaciones orientales de la Universidad de Chicago). Acondicionaron una casa cercana a la Universidad para que les sirviera como vivienda y despacho. Desde su segunda planta, donde estaban el despacho, la biblioteca y los dormitorios, Robert podía disfrutar de la vista de su jardín o patio trasero. En este lugar –que los visitantes califican de “idílico”- fue donde Robert pasó el resto de sus días.
Excelente conocedor y amante de la literatura, del arte y de la música, Robert, en una de sus últimas publicaciones, Tragedia y el Acontecimiento continuados (1983), nos obsequió con el análisis de una muestra de la literatura a la luz de su filosofía y psicología naturalistas. En el terreno artístico, Robert se decantaba por los impresionistas y, especialmente, por el Expresionismo alemán.
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